"curanderos" que en los
médicos, para cualquier
dolencia, cosa que hoy
en día, la medicina es
lo que realmente cura
gracias a medicamentos
y la tecnología para ver
desde adentro hacia
afuera del organismo...
Como contaba en la introdución, nuestros padres creían mucho en esas personas que tenían ese don especial de "curar" los males del estómago o el "mal de ojo", que se atribuía a fuertes dolores de cabeza y especialmente la vista.
Para curar el empacho, decían que recibían ese don en el domingo de Pascuas, a las doce de la noche y se lo tenía que pasar otra persona que ya curaba. Era una oración especial, nunca lo podían develar a todas voces, porque se trataba como un secreto bien guardado. Tomaban una cinta o también un centímetro, y empezaban persignándose, colocando sobre la boca del estómago de la persona enferma, esa cinta y midiendo desde el codo a la mano, hasta llegar nuevamente a tocar la región del esófago, de ahí en más, según la distancia de su mano o brazo, era el malestar de la persona descompuesta.
Y para curar el mal de ojo, siempre hablo de las o los curanderos, ponían un plato con agua y siempre rezando esas oraciones secretas, arrojaban tres veces gotas de aceite y éstas se van uniendo hasta formar gota pequeña dentro de otra gota más grande, y si el o la curandero bostezaba, era porque había un gran mal de ojo, y por ende, se curaba la persona ojeada.
Cierta vez que viajé sola a la casa de mis tíos, en Suárez, me descompuse de repente y como tenía esa creencia del curandero, y la persona que me medía acá en mi ciudad, me recomendaba beber una taza de agua hervida con gotas de limón y unas hojas de ruda, remedio suficiente para mejorar. Mis tíos no tenían planta de ruda en la casa, entonces salimos con mi prima, a buscar por las casas de los vecinos, y el único lugar que encontré fue en la casa de la almacenera del barrio, que le decían "la turca". Llamamos a la puerta, nos atendió y le expliqué para qué necesitaba unas hojas de la planta de ruda. La expresión facial de esa mujer como cambió en veinte segundos, no se la puedo explicar con palabras, fue como si le hubiera nombrado algo de terror.
Nos contestó que ella no estaba enterada de los poderes de la planta de ruda para curar, y que por lo tanto, me negó el pedido. En la vuelta a casa de mi prima, sacando conclusiones del por qué la negación. En ese trayecto de venida, nos cruzamos con otra vecina y le comentamos lo sucedido, y Dios puso su grano de arena, e hizo que esta buena señora tuviera plantas de ruda y me convidó, para hacerme la famosa bebida curativa. Mejoré un poco, pero mi tía tuvo que darme unas gotas de medicina que compró en la farmacia y ahí sí me "curé" del estómago.
Esta historia es real, sucedió en el año 1972.
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