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viernes, 20 de febrero de 2015
RECUERDOS DE CARNAVAL EN MI ADOLESCENCIA
El 16 y 17 de febrero de este año
2015, se celebraron los carnavales
en esta américa del sur.
Lo que me llamó la atención, es que
ya los niños no mojan a la gente con
pequeños globos llenos de agua,
aunque eso molestaba bastante, si
uno no participaba en sus juegos...
Esta historia sucedió en Coronel Suarez, en el verano de 1970. Todo empezó cuando un vecino de apellido López, vino a pedir hielo en cubos, porque no tenía heladera o refrigerador en aquellos tiempos.
En ese momento, estábamos terminando de almorzar y mi tía Tita, empezaba a levantar los platos de la mesa, para continuar con el postre. El vecino se sienta y comienza a hablar con mi tío, cuando de repente, le arroja un vaso de agua al vecino, diciéndole: "-¡Feliz Carnaval!-" Y el vecino toma otro vaso que tenía con jugo que le habían servido y lo moja a mi tío.
Mi tía que juntaba los platos, llenó una jarra con agua y se lo arroja al vecino. El vecino llena un balde con agua y se lo arroja a mi tía. Mis primas empiezan a arrojar agua con otros baldes a la esposa del vecino, y ella regresa a su casa en busca también de un balde con agua para mojar a quien se le acercaba a ella.
Poco a poco, iban aumentando las personas que mojaban a otras, hasta que cuando todos estaban mojados, se acordaron de otro vecino, solterón, que miraba desde lejos y se reía. Cuando lo vieron, fueron casi alrededor de quince personas, todos con baldes llenos de agua. El hombre entró rápido a su casa, cerró la puerta, bajó sus ventanas, para protegerse de la gente.
Pero esto no resultó para su defensa: unos le tiraron agua por una ventana del dormitorio, otro le arrojó agua por la chimenea y otro hombre que no sé quién era, le empujó la puerta y lo mojó todo al pobre hombre, que se había refugiado en su casa.
Una vez terminado el juego de carnaval, cada cual a su casa, para bañarse bien, cambiarse e ir a los corsos del pueblo, eso era otra odisea: te mojaban con el agua perfumada, te tiraban con la espuma y te adornaban con papelitos de colores, que una parecía un arlequín. Se daba una vuelta alrededor de la plaza principal, nos compraban un helado y después a casa otra vez. Al otro día de carnaval, otra vez a la tarde, salíamos a jugar mojando a todo aquel que pasara por allí o a veces, venían amigos, vecinos o familiares para festejar el día del rey momo.
Historia verdadera del año 1970, en Coronel Suarez.
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2015, se celebraron los carnavales
en esta américa del sur.
Lo que me llamó la atención, es que
ya los niños no mojan a la gente con
pequeños globos llenos de agua,
aunque eso molestaba bastante, si
uno no participaba en sus juegos...
Esta historia sucedió en Coronel Suarez, en el verano de 1970. Todo empezó cuando un vecino de apellido López, vino a pedir hielo en cubos, porque no tenía heladera o refrigerador en aquellos tiempos.
En ese momento, estábamos terminando de almorzar y mi tía Tita, empezaba a levantar los platos de la mesa, para continuar con el postre. El vecino se sienta y comienza a hablar con mi tío, cuando de repente, le arroja un vaso de agua al vecino, diciéndole: "-¡Feliz Carnaval!-" Y el vecino toma otro vaso que tenía con jugo que le habían servido y lo moja a mi tío.
Mi tía que juntaba los platos, llenó una jarra con agua y se lo arroja al vecino. El vecino llena un balde con agua y se lo arroja a mi tía. Mis primas empiezan a arrojar agua con otros baldes a la esposa del vecino, y ella regresa a su casa en busca también de un balde con agua para mojar a quien se le acercaba a ella.
Poco a poco, iban aumentando las personas que mojaban a otras, hasta que cuando todos estaban mojados, se acordaron de otro vecino, solterón, que miraba desde lejos y se reía. Cuando lo vieron, fueron casi alrededor de quince personas, todos con baldes llenos de agua. El hombre entró rápido a su casa, cerró la puerta, bajó sus ventanas, para protegerse de la gente.
Pero esto no resultó para su defensa: unos le tiraron agua por una ventana del dormitorio, otro le arrojó agua por la chimenea y otro hombre que no sé quién era, le empujó la puerta y lo mojó todo al pobre hombre, que se había refugiado en su casa.
Una vez terminado el juego de carnaval, cada cual a su casa, para bañarse bien, cambiarse e ir a los corsos del pueblo, eso era otra odisea: te mojaban con el agua perfumada, te tiraban con la espuma y te adornaban con papelitos de colores, que una parecía un arlequín. Se daba una vuelta alrededor de la plaza principal, nos compraban un helado y después a casa otra vez. Al otro día de carnaval, otra vez a la tarde, salíamos a jugar mojando a todo aquel que pasara por allí o a veces, venían amigos, vecinos o familiares para festejar el día del rey momo.
Historia verdadera del año 1970, en Coronel Suarez.
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domingo, 8 de febrero de 2015
ENCONTRAR A LA FUTURA TÍA MÍA
En mis tiempos de juventud,
conocí a una tía de mi esposo
en el transporte de pasajeros,
y creo que tuvimos "química inmediata"...
Era el año 1977, y yo regresaba del colegio secundario, hasta la parada del transporte. En dicha unidad, estaba lleno de personas, pero había un asiento desocupado en un lado y en el otro extremo, estaba una señora rubia muy simpática, y lo ocupé inmediatamente.
A los cinco minutos de moverse el vehículo, en otra parada, suben dos maestras, encontrándose con una tercera, que estaba sentada por delante de nuestro asiento. Comenzaron un coloquio muy ameno, preguntándose sobre la actividad de cada una de ellas, los alumnos, los sueldos, y todo lo referente a su trabajo.
Una de las tres maestras, se baja en el barrio Obrero de mi ciudad, despidiéndose alegre de sus otras dos colegas. Cuando se alejó del vehículo y empezó a caminar hacia su casa, las dos que quedaron en el transporte, empezaron a hablar mal, de la que se había bajado, con tanta alevosía, que nos miramos con la señora sentada a mi lado, asombradas de lo que oíamos y la falsedad de las personas.
Siguió el movimiento del transporte, y cerca del hospital Italiano, se bajó la señora y yo seguí viaje por algunas cuadras más. Esto fue más o menos, en el mes de noviembre de ese año. Cuando nos conocimos con mi esposo, y después el noviazgo, él me llevó a presentar a su familia, y cuando me iba a visitar a mi casa, siempre me llevaba una rosa anaranjada, muy hermosa y me decía que eran de la casa de su tía Elsa.
Cierto día, me lleva a la casa de su tía Elsa, y cuando abre la puerta ¡oh sorpresa! nos dijimos: "-ya nos conocemos-". Mi esposo en aquel tiempo, no entendía nada, y le contamos lo sucedido en el transporte de personas, con aquellas maestras que hablaron de otra maestra.
Cada vez que nos encontramos con la tía, siempre nos acordamos de aquella escena y les contamos a todos, nuestra amistad familiar.
Historia real durante los años 1977 y 1978, Bahía Blanca.
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EN COMPAÑÍA DE LA SOLEDAD
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sábado, 7 de febrero de 2015
VALORAR AL QUE ESTÁ CERCA NUESTRO
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NO EQUIVOCARSE NUNCA
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UN GESTO HONRADO
Esta historia que voy a narrar, es para valorarla, porque he quedado asombrada al verlo y no que me lo contaran. Soy de creer lo que me cuentan, si me parece dudoso o fantástico, entonces lo evalúo para poder transmitirlo.
Estaba en un banco muy conocido, que no viene al caso nombrarlo, para cobrarle la pensión a mi suegra. En lugar de formar una fila, una secretaria nos da un número para que el empleado cajero nos atienda y nos pague.
Podríamos decir que en esa espera, se conversa con todos, casi como si fuéramos una familia. Había un hombre no muy mayor, le calculé unos 70 años, que conversaba con otra señora, que por lo que pude oír, eran conocidos de muchos años, y al llegar más o menos dos horas de espera, la señora se fija en su cartera para sacar el documento que hay que entregar para el cobro.
Qué sorpresa se lleva la señora cuando no encuentra dicho documento. Se levanta de la silla (porque allí disponen de sillas de oficina para el público), y se aleja. Lo llama al hombre por su nombre Guillermo, y le entrega el número de ella, porque ya no alcanzaba a retornar por el horario de cierre del banco, y se va ligero a su casa, en un taxi.
Él, nos cuenta lo que le había pasado a su conocida y se pone a conversar con el resto de personas ahí presentes. De pronto, le da el número a otra señora mayor, diciéndole: "-Señora, tome usted el número que me ha dado una conocida mía. Y usted me da el suyo.-". La dama en cuestión, no entendía nada, y no quería recibir el número, porque se lo había dado al hombre la otra mujer, pero lo recibió igual, agradeciéndole el favor.
¡Qué honradez! Creo que cualquiera, toma el número y pasa, pero él dijo: "-yo llegué después de la señora, sería injusto que hubiera pasado antes... Esta acción me gustó mucho, y es para destacarla, ¿No les parece?...
Historia verdadera del 2 de febrero de 2015.
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