lo cuento siempre entre mis allegados,
y me traen muchos recuerdos de esa
infancia tan linda que pase...
Mi querida abuela "gorda", como la llamábamos tiernamente, porque las dos abuelas, tanto materna como paterna, tenían el mismo nombre: Magdalena, ya que una era "gordita" y la otra era "flaquita". En este caso era mi abuela materna, la más rellenita.
Cierto día, a las siete de la mañana, ella junto a su perro de nombre Pinocho, sentado a su falda, la miraba fijamente cuando mi abuela "gorda" le hablaba: -¡hay Pinocho, qué vamos a hacer ahora, que no tenemos dinero para comprar la leche! ¡No he podido vender huevos!
El perro, de raza salchicha, marrón claro, de repente salió para la calle, estuvo un buen rato sin aparecer, y mientras tanto mi abuela se preguntaba:¿Dónde estará Pinocho?... A la media hora, aparece con un billete en la boca de cinco pesos de aquellos años, y se los pone en las manos de mi abuela.
Ella toda sorprendida, no sabía cómo su perro había entendido lo que ella le comentó del dinero. Con ese billete, le alcanzó para comprar la leche y los huesitos para su mascota. En otra oportunidad, a mi abuela, se le rompieron sus anteojos, afligida le comenta a su Pinocho, lo ocurrido. El perro vuelve a salir a la calle, se demora media hora y entra a la casa, con la sorpresa otra vez para mi abuela, con unos anteojos de los que necesitaba para leer.
Su amigo Pinocho, la acompañó durante diez años, hasta que lamentablemente un auto lo atropelló y no pudo salvarlo. No había consuelo para ella, porque era un animal que entendía todo lo que ella le hablaba. Pero ella se encontró con él, en el cielo, después de diez años de su partida, y yo la extraño mucho, pero me alegra que esté feliz junto a quien más quería.
Esta es mi historia personal. Diana Angra.
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
No hay comentarios:
Publicar un comentario