sábado, 4 de octubre de 2014

ODISEA A COCHICÓ

Siempre que viajábamos a la
ciudad de Coronel Suárez,
a visitar a toda la familia, tanto
de mi madre, como la de mi padre.
Pero también, teníamos familia en
la localidad de Huanguelén, eran
otros primos de mis padres, que vivían
en las afuera, en un campo...


                                                                     


          Cuando estábamos en la casa de mis tíos, a los mayores de la casa se les antojó ir a visitar a los primos en Huanguelén. Como era en el campo, supuestamente, no necesitaban que llevaran mercadería para comer, porque tenían de todo, ya que el tío del campo, estaba encargado de esos campos.
          Nos subieron a la camioneta doble cabina, y en total éramos trece personas, entre chicos y grandes. Nosotros los más chicos, nos alegró la idea y el viajar al campo, más aún, porque veríamos vacas, caballos, aves y gran variedad de plantas y flores silvestres del lugar.
          Llegamos al lugar, lo rodeaba una laguna, plantas altas y frondosas, que daban una sombra hermosa. Golpearon las manos, esperaron un momento, y nadie salía. Volvieron a llamar por su nombre, y no pasó nada, nadie salió. Se miraron entre todos y se preguntaron:-¿Qué hacemos?...
          Y no recuerdo, de quién fue la idea de ir a la laguna Cochicó, que quedaba cerca de allí, era un lugar hermoso, con aguas cristalinas en donde se veían las piedras en el fondo. Volvimos a la camioneta con rumbo a dicho lugar, sin comida, sin agua, ni frutas para comer, sólo con una damajuana de vidrio, de las de antes, con vino tinto, para que tomen los mayores en la comida.
          Cuando salimos de allí, vieron en una casa cercana, unos pavos que volaban en su corral. Se les ocurrió comprar uno para llevarlo hasta la laguna, lo prepararían para tenerlo listo y cocinarlo en un poco de leña, que seguramente alguien vendería. La dueña de la casa, les dijo:-"sí, yo se les vendo todos los que quieran, pero... tienen que cazarlos ustedes-". Mis tíos se animaron y entraron al corral.¡Para qué! Empezaron los pavos a volar y picotearlos por todos lados. Nosotros los más chicos, nos reíamos de aquella escena tan cómica, pero no nos imaginábamos que no teníamos comida.
          Seguimos rumbo a la laguna, pero los adultos estaban un poco perdidos por el camino de ida. De pronto a lo lejos, viene un gaucho a caballo, y mientras se va acercando, nos mira raro. Tanta gente en el medio del campo. Le preguntan por dónde ir hasta la laguna. El paisano responde:"- siga dos kilómetros a la derecha, luego doble un kilómetro a la izquierda, siga derecho unos kilómetros más, y enseguida llegará a la laguna-".
          Cuando hicimos los dos primeros kilómetros, encontramos a otro paisano a caballo y mi tío le preguntó:"-vamos bien por este camino, para la laguna de Cochicó?-" -Noooo mi amigo, es al revés, pa' el otro lao!-" A mis tíos se les cayó el alma al suelo, por la distancia que habíamos hecho, por el combustible de la camioneta y porque los más chicos, se empezaban a descomponer.
          Volvimos por el camino que ya habíamos transitado, y por suerte, en el camino había un gran cartel que anunciaba:¡Bienvenidos a la laguna de Cochicó! La alegría brotó a gritos de parte de nosotros, como si hubiera sido la salvación eterna.
          Y ahí, estaba esplendorosa, radiante y con mucha gente en trajes de baño, bañándose en la famosa laguna. Pero a todo esto, se olvidaron de un pequeño detalle que faltaba: no teníamos trajes de baño...¿con qué nos meteríamos al agua?... Mi madre y mi tía, nos llevaron a los baños, nos sacaron algunas prendas y nos metimos al agua con ropa. 
          Es sabido que el baño en laguna o mar, da mucho hambre, y no teníamos comida...Mi tía E. alcanzó a conocer algunas personas del barrio de ella, y les preguntó si podían venderle algo de comida. ¡Por suerte, gracias a Dios, consiguió chorizos! Mi tío R. también encontró a unos clientes suyos y les pidió un poco de pan, y éstos le dieron bastante. 
          La verdad es que Dios nos acompañó en todo momento, no nos abandonó nunca. Tuvimos hasta postre, menos mal que la gente es buena. Terminó el día y nos volvimos para Coronel Suárez. Mi tío encontró una estación de combustible y la pobre camioneta pudo también funcionar. Ahora, a la distancia, la verdad que ese viaje fue lindo, y pienso que las cosas las propone uno, pero las dirige Dios.



Historia real. Año 1970.
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